segunda-feira, 14 de fevereiro de 2011

Partiendo de la Mente, no en dirección a la Mente - Un conversación con George Millar


Para George Millar, practicista y maestro de la Ciencia Cristiana, los jardines son un lugar muy especial. No sólo el de su actual casa en Twickenham, junto al río Támesis, en Inglaterra, sino también uno que se remonta a su niñez en Australia.
Cuando George era niño, su hermana mayor se despertó una mañana y no pudo levantarse de la cama. Estaba paralizada. La epidemia de polio se había extendido por Melbourne y todas las escuelas estaban cerradas. Un médico vino a verla y diagnosticó que tenía esa enfermedad, diciendo que regresaría pronto para hacer los arreglos para hospitalizarla. Como la familia había venido practicando la Ciencia Cristiana por tres generaciones, la mamá de George le dijo que fuera al jardín a orar. “Yo estaba muy asustado, pero como acabábamos de tener una lección en la Escuela Dominical sobre la importancia que tiene la obediencia, así lo hice”.
Él no recuerda exactamente cómo oró. “Tal vez fue el Padre Nuestro o la ‘declaración científica del ser’ deCiencia y Salud, o simplemente ‘Dios, ayuda a mi hermana’”. Pero sí recuerda que aquel día gris, sentado en el jardín, de pronto miró a su alrededor y vio que todo estaba lleno de luz. Agrega: “La verdad es que nuestro jardín no se veía muy lindo porque mi papá lo cuidaba y estaba peleando en la guerra”. No obstante, en ese momento su belleza le pareció majestuosa. Fue entonces que el temor desapareció y supo que su hermana estaba sana. Entró corriendo a su casa para decírselo a su madre en el mismo instante en que su hermana salía corriendo de su habitación, totalmente bien.
“Cuando el doctor regresó a la hora”, George recuerda, “Le dije: ‘Ella está bien, está curada’ ”.
Nunca se olvidó de esa experiencia. Años después, George tomó su mochila y salió a recorrer Europa con su amigo y compañero de escuela Geoffrey Barratt, a quien le presentó la Ciencia Cristiana. “Pero, Geoffrey me hizo profundizar en la Ciencia”, dice riendo, “porque no dejaba de hacerme preguntas, y tenía que contestarlas”. Ambos muy pronto se dedicaron por completo a la práctica pública de curación.
“Era lo único que siempre quise hacer”, dice George. Y teniendo a Dios, la Mente, como el hacedor de todas las cosas, ha estado en la práctica desde entonces.
George, en la breve conversación que tuvimos anteriormente, mencionaste que has estado pensando en lo abstracta que es para muchos la palabra Dios. ¿Puedes comentar sobre esto? 
Al darnos los siete sinónimos de Dios, Mary Baker Eddy transformó el término Dios, dándole un nuevo significado. A mí me atrae mucho el sinónimo Principio. Ella dice: “Una vez comprendido, se ve que Principio es el único término que expresa por completo las ideas de Dios: una sola Mente, un hombre perfecto y la Ciencia divina”. 1

¿Por qué crees que ella destacó la palabra Principio? 
El Principio es autoexistente, invariable, constante y, por lo tanto, se puede confiar en él. Los otros sinónimos que nos da la Sra. Eddy, tales como Amor, Vida o Mente, sin el Principio, podrían ser variables, inciertos, destructibles. Pero el Amor que es Principio es invariable, inalterable y sumamente confiable. Y eso es Dios.

Ciencia y Salud afirma: “Nuestra ignorancia respecto a Dios, el Principio divino, es lo que produce la aparente discordancia, y comprenderlo a él correctamente restaura la armonía”. Y considero que comprender los sinónimos en referencia a esa declaración es crucial en nuestra experiencia diaria.
Y los sinónimos también evitan que creamos en un Dios antropomórfico, ¿no es así? 
Es cierto. Debido a los años que ha estado vigente la antigua teología, todavía prevalece la tentación de hacer de Dios un ser antropomórfico. Incluso como Científicos Cristianos lo hacemos, adjudicando a Dios características humanas y esperando que Él actúe personalmente en nuestro nombre.

Respecto a la antigua teología, ¿piensas que hay una diferencia entre la religiosidad y la espiritualidad? 
Hay una enorme diferencia. Necesitamos pensar metafísicamente, es decir, desde el punto de vista de la verdad metafísica. Desde la perspectiva de la antigua teología, se considera que Dios es algo que está allá afuera; que si oramos a Dios, Él hará algo por nosotros. Mientras que el metafísico comprende la verdadera naturaleza de la existencia, y piensa desde este punto de vista. Hay una diferencia entre pensar “partiendo de” y “en dirección a”. Los que piensan “partiendo de” la Mente son metafísicos. Quienes piensan “en dirección a” la Mente son víctimas de la antigua teología.

O bien tenemos un entendimiento del enfoque científico, o nos acercamos a un enfoque científico partiendo del punto de vista de que estamos afuera, tratando de entrar.
Si comprendemos, como dices, la verdadera naturaleza de la existencia, estamos pensando en términos absolutos, ¿no es así? No obstante, gran parte de Ciencia y Salud está escrito en términos relativos, es decir, en relación a algo más. Como cuando la Sra. Eddy afirma: “La letra de la Ciencia llega abundantemente a la humanidad hoy en día, pero su espíritu viene solamente en grados pequeños”. 3
Yo prefiero pensar que lo que denominamos declaraciones relativas son explicaciones, no declaraciones de un hecho, sino simplemente lo que parece estar ocurriendo. No tendríamos consideración hacia los demás si habláramos en términos que van más allá de la capacidad que tiene alguien para entenderlos. Jesús no lo hizo. Él hablaba en parábolas porque esa era la forma en que la gente entendía. No obstante, hubo ocasiones en que se apartó de eso y expresó la verdad pura y absoluta, como cuando declaró: “Yo y el Padre uno somos”, “Antes que Abraham fuese, yo soy”, “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre”. ¿Y qué hizo la gente? Quisieron apedrearlo. No entendieron de qué estaba hablando.

De manera que no es sabio ni amable hablar en términos que están más allá de la capacidad que tiene una persona para comprender lo que uno está diciendo, y nosotros necesitamos reconocer esto. Un amigo mío acostumbraba decir: “Piensa radicalmente, pero habla con sabiduría, y vive expresando amor”, y pienso que ése es un muy buen axioma para aplicar en nuestra vida diaria.
Cuando hacemos preguntas como “¿Cuál es el problema?” “¿Por qué está ocurriendo esto?” “¿Cómo puedo arreglarlo?”, las mismas no tienen respuesta porque se preguntan desde ese “afuera” del que estabas hablando. 
Correcto. Es como decir: “¿Por qué sale el sol por el este y se pone por el oeste?” Bueno, en realidad no lo hace. “¿Por qué los objetos se vuelven más pequeños cuando nos alejamos?” Pero eso no ocurre.

O “¿Por qué no he sanado? Está llevando tanto tiempo…”
El hecho mismo de que uno esté haciendo esa pregunta significa que sigue creyendo que está enfermo. Mientras aceptemos que el error es real —algo que necesitamos superar— lo más probable es que no podamos hacer nada al respecto. Pienso que cuando oramos por algo y buscamos curación, tiene que llegar el punto en que podamos decir: “A mí no me importa lo que diga la evidencia física. Yo comprendo que soy espiritual y perfecto, y ya no puedo aceptar la evidencia falsa porque no tiene nada que ver con lo que soy”. Porque la verdad es que todo ese tiempo en que algo parece estar fuera de orden, en realidad está en perfecto orden.

Por ejemplo, si uno mira a través de una ventana que tiene una burbuja grande en el vidrio, la misma parece distorsionar el objeto que se encuentra del otro lado. Pero la burbuja no está tocando ni cambiando el objeto, no tiene nada que ver con el objeto. De modo que para ver las cosas como son, tenemos que dejar de ver a través de un vidrio distorsionado, porque presenta un cuadro distorsionado. Tenemos que ver a través de un vidrio claro.
Y ver a través del vidrio claro es comprender las verdades absolutas acerca de quiénes somos, no las relativas. 
Así es. Últimamente, he estado pensando mucho en esta declaración de Ciencia y Salud: “La confianza inspirada por la Ciencia descansa en el hecho de que la Verdad es real y el error es irreal”. 5 Más adelante en el libro, después de explicar las diferencias entre la Verdad y el error, la Sra. Eddy reitera esa declaración y termina diciendo: “Además, la Verdad es real, y el error es irreal. Esa última declaración contiene el punto que más os resistiréis a admitir, aunque en primera y última instancia es el que más importa comprender”. Y es el que más importa comprender porque a menos que uno reconozca la realidad de la Verdad, le serán robados los beneficios de esa Verdad. Y a menos que comprendamos la irrealidad del error, seremos engañados para que aceptemos el error como algo real. Con todos sus aparentes efectos.

En Primero de Reyes en la Biblia hay una pregunta muy directa que se refiere exactamente a lo que estás diciendo: “¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos?” 7
Sí, eso es. El hecho es que siempre estamos lidiando con el estado actual de pensamiento. No importa por cuánto tiempo puede que algo parezca estar ocurriendo. Nuestro actual sentido de la realidad es aquello que estamos pensando y sabiendo en este momento, aquello de lo que estamos conscientes en un momento dado. Ahora, o bien es la realidad como es en verdad, o es un sentido limitado, o un falso concepto de la misma. De manera que si aceptamos el concepto falso, es como si estuviéramos parados frente a un espejo distorsionado. Pero eso no quiere decir que nos hayamos convertido en una imagen distorsionada. Nosotros seguimos siendo lo que realmente somos, y siempre hemos sido: la expresión directa de la Mente perfecta. Así que no vale de nada tratar de “hacernos” algo a nosotros mismos. Nosotros ya estamos muy bien.

Lo que tenemos que hacer es mirar en el espejo perfecto, que por supuesto desde nuestro punto de vista, es la Ciencia divina, en la cual podemos vernos como realmente somos. Ciencia y Salud afirma: “Jesús veía en la Ciencia al hombre perfecto, que aparecía a él donde el hombre mortal y pecador aparece a los mortales”. Lo que aparecía al hombre mortal era la imagen distorsionada —mirando a través del espejo distorsionado— de los sentidos materiales. “En ese hombre perfecto el Salvador veía la semejanza misma de Dios y esa manera correcta de ver al hombre sanaba a los enfermos”. 8 Esa es la verdadera curación en la Ciencia Cristiana; en realidad no ocurre nada. El hecho es que todo es Mente, y la Mente no está actuando o controlando otra cosa, sino que constituye todo lo que existe, y es perfecta. Y eso es lo que yo siempre le señalo al paciente, el hecho de que todo lo que puede existir —y existe ahora— es la manifestación de la Mente perfecta.
Y eso es el Principio. 
Sí, eso es el Principio. A mí siempre me ha gustado definir el Principio como “aquello que es y no puede menos que ser”. Jamás fue creado. Siempre ha sido.

Eso me recuerda algo más en lo que he pensado mucho recientemente. La palabra ser. Una noche, un amigo —que no sabía nada de la Ciencia Cristiana— vino conmigo a la iglesia y después, cuando regresábamos caminando a casa, me dijo: “A mí lo que me interesó fue la palabra ser. Nunca antes había pensado en eso”.
Al igual que la palabra Dios, la palabra ser puede sonar muy abstracta. Pero en lugar de sentirse distanciado de la palabra, tu amigo como que se sintió conmovido por ella. 
Me hizo dar cuenta de cuán esencial es la palabra ser para la Ciencia Cristiana, de hecho creo que si “la declaración científica del ser” no fuera el cuerpo y alma de nuestras enseñanzas, no pienso que la Sra. Eddy la hubiera elegido para que se leyera al término de cada servicio religioso dominical. Sólo al identificarnos correctamente podemos experimentar lo que realmente somos.

La otra palabra importante en “la declaración científica del ser” es la palabra infinita. La Sra. Eddy no sólo dijo que “Todo es Mente y su manifestación”. Ni siquiera “Todo es Mente infinita y su manifestación”, sino, “Todo es Mente infinita y su manifestación infinita…”9 Esto se debe a que no hay una manifestación limitada o finita de la Mente infinita. Y en una de sus definiciones del ser, ella dijo que el ser: “… es infinitud, libertad, armonía y felicidad sin límites”. 10 Y es ese entendimiento de la naturaleza infinita del ser lo que nos permite identificarnos a nosotros mismos correctamente. Es entonces cuando podemos decir: “Si todo es Mente infinita y su manifestación infinita —y yo existo— entonces sólo puedo existir de esa manera”.
De modo que cuando vemos algo no alineado con Dios, el Principio, estamos aceptando lo que nos dice ese vidrio de la ventana que tiene una burbuja, o aceptando el cuadro del espejo distorsionado. Estamos aceptando lo que parece ser…
Correcto. Hemos sido educados para pasarnos la vida preocupándonos por lo que parecemos ser, sin saber necesariamente lo que somos en realidad. Así que a través de estos procesos educativos somos llevados a creer que ciertas cosas son reales, cuando en realidad no lo son. En consecuencia, nuestro éxito en ese sentido varía mucho. Por ello es importante reconocer que no somos mortales físicos con una mente adentro, con este cuerpo físico que a veces puede estar bien y otras mal, y con esta mente que a veces puede estar bien y otras mal, pues si ésta es la manera en que nos identificamos a nosotros mismos, nuestra experiencia será una mezcla de bien y mal, de salud y enfermedad.

No obstante, si logramos reconocer que nuestra verdadera identidad es diferente de la materia, entonces no necesitaremos experimentar ninguna discordancia. Lo que experimentamos es el ser infinito. Cuanto más pensamos partiendo de la infinitud del bien, menos falta de bien experimentamos. Al saber quiénes somos en realidad, cuidamos mucho mejor de lo que parecemos ser.
Entonces, no se trata de eliminar las diferentes “capas” de educación que hemos recibido, sino de estar dispuestos a abandonar el concepto de que tenemos una vida dividida. 
Todo consiste en abandonar ese sentido falso que parece tan real, en cambiar el concepto de realidad que uno tiene, de lo que parecía ser —pero no era verdad— a lo que es verdad en realidad.

Es una manera de pensar muy audaz. 
Sin duda es audaz, es revolucionaria. Lo que quiero decir es que la Ciencia es totalmente única en sus enseñanzas. Uno no va a encontrar las definiciones de la naturaleza de Dios y el hombre que están en Ciencia y Salud en ningún otro lado que no sea en los escritos de la Sra. Eddy.

Pensar en la definición o idea científica del hombre, ¿nos ayuda acaso a comprender mejor al “hombre” como un ser único en relación al concepto que la humanidad tiene de hombres, mujeres, niños? 
Definitivamente. La identificación humana es un sentido limitado del hombre. Tenemos que ir más allá de estos conceptos antiguos que no tienen lugar alguno en la Ciencia, de ese concepto falso de que el hombre es sólo parte de la creación, y que la mujer es parte de la creación, y que sólo si se juntan pueden ser completos, o incluso que no lo son hasta que tienen un hijo. Es un sentido de falta de compleción, y sólo se llega a ser completo cuando reconocemos que el Principio divino es nuestra vida entera.

Yo tenía un amigo que era zoólogo, y descubrió una araña que se creía extinta. Para mí esa araña era una cosita insignificante de color café con la que no pasaba nada. Mi amigo acostumbraba traerme trabajo para traducir al alemán sobre esta especie, y siempre venía muy entusiasmado por haber aprendido algo más acerca de esa araña. Y un día le dije: “No comprendo cómo puedes sentirte tan entusiasmado con esta criaturita tan insignificante”. Y me dijo: “Ven aquí”. Él tenía una de esas arañas bajo el microscopio. Me dijo: “Mira”, y así lo hice. Bueno,¡qué transformación! En lugar de esa cosita color café, había una criatura brillante, opalescente, exquisita en cada detalle. Fue como si la araña física se hubiese transformado en algo enteramente diferente. De pronto, pude ver qué lo atraía tanto.
Claro que se trata de un ejemplo material, no obstante, ilustra que yo había estado viendo a través de las limitaciones de los sentidos materiales al grado de que al mirar a través del microscopio de mi amigo vi una araña diferente.
La notable declaración de la Sra. Eddy eleva nuestros conceptos por completo fuera del reino material: “¡Y cómo se agranda el hombre visto a través de la lente del Espíritu, y qué opuesto es su origen al polvo, y cómo se adhiere a su original, jamás separado del Espíritu!” 11
El hombre se puede ver, o bien, a través de la lente del Espíritu, desde el punto de vista de la Verdad, su verdadero ser, o a través de los límites de los sentidos materiales.
Si consideramos esa analogía y el sentido limitado de la araña, podemos decir que estamos lidiando con un sentido limitado de persona, una personalidad humana. Con frecuencia parece como que en la Ciencia Cristiana intentamos poner cualidades espirituales a una personalidad humana, a un “hombre” humano. 
Lo hacemos. Es por esa razón que la declaración que cité antes — “Jesús veía en la Ciencia al hombre perfecto”— es tan esencial para comprender la Ciencia divina. Jesús no veía en las personas al hombre perfecto, sino veía la naturaleza científica del hombre.

Ahora, la Ciencia Cristiana promete muy poco para los mortales, de hecho, prácticamente nada. Pero promete todo para el hombre, la imagen y semejanza o expresión directa de la Mente, para esa unicidad del Principio y su idea.
Dios, el Principio, jamás divide. Puesto que Dios es uno, Él no se malinterpreta a Sí Mismo, el Principio no es antagónico. No es ninguna de esas cosas discordantes que parecen perturbar las relaciones humanas. Sólo existe un Dios y un hombre.
Cualquiera que lea la definición de hombre que la Sra. Eddy hace en Ciencia y Salud, podría decir: “Un momentito, ¿entonces el hombre ‘no está constituido de cerebro, sangre, huesos y otros elementos materiales’?” 12 ¡Por supuesto que sí! Pero eso es sólo como parece ser.
La forma en que nos identificamos a nosotros mismos determina lo que experimentamos. Ahora, si sólo nos identificamos con lo que parecemos ser, tendremos todas las limitaciones que acompañan ese sentido material y finito. Pero si nos identificamos de la forma en que la Ciencia Cristiana define al hombre, como esa “expresión infinita de la Mente infinita”, 13 entonces descubrimos que la experiencia de uno es completamente diferente. Las limitaciones desaparecen y los conceptos errados no continúan interfiriendo con nuestra vida.
Todo es un estado de pensamiento. Nuestro sentido actual de realidad equivale a lo que estamos conscientes en ese momento dado. Todos somos capaces de mejorar nuestro propio sentido de realidad no sólo hasta que éste se aproxime a la realidad, sino hasta llegar a la realidad misma.
¿Y es así como pasamos del sentido relativo de lo que somos al absoluto? 
Correcto. Recuerdo una curación que fue claramente el resultado de reconocer la perfección inmutable del Espíritu. En una ocasión estuve nadando en un mar tempestuoso y un oído se me llenó de agua y arena y se infectó. Estaba muy inflamado y me dolía mucho; quedé totalmente sordo de ese oído.

Aunque estaba orando, la condición empeoraba cada vez más. Pensé: “Bueno, algo tiene que pasar”. De inmediato me di cuenta de que yo había estado esperando que sucediera algo. Creía que algo debía drenar o que algo tenía que suceder dentro del oído para poder liberarme del problema. Pero de pronto me di cuenta de que si todo es Mente, el Espíritu, nada estaba actuando, controlando o sanando otra cosa, porque la Mente constituye todo lo que existe, y es perfecta. Sané de un momento a otro; la inflamación, el dolor y la sordera desaparecieron por completo. No ocurrió nada —nada drenó— simplemente me liberé instantáneamente. Fue el fin del problema. Como dije antes, conocer lo que realmente es, es la mejor manera de atender lo que aparenta ser.
Más recientemente, mientras visitaba a un paciente por primera vez, esa misma percepción —el sentido presente de lo que ya es— produjo la curación instantánea de un problema de espalda que había mantenido al paciente más o menos recluido en su casa durante años.
De modo que estas percepciones espirituales de lo que realmente es se hacen cargo de esas cosas discordantes tan peculiares que parecen ocurrir en nuestra vida, y experimentamos una libertad genuina.
Y ese es el verdadero ser, ¿no? 
Es el verdadero ser. Necesitamos reconocer lo que es en realidad, en lugar de tratar de producir algo a través de esta o aquella manera de pensar. El reconocimiento de las cosas como realmente son, fue lo que resolvió la situación. No hubo proceso alguno.

Qué alivio y liberación —qué privilegio es, en realidad— identificarnos por completo con la Mente, con el Principio. Como dijiste, resolver la situación partiendo del Principio, no dirigiéndose hacia él. El Principio nunca puede ser engañado por la burbuja que está en el vidrio de la ventana. 
Claro, de la misma manera que sabemos que es una ilusión que la tierra se junte con el cielo en el horizonte, o que los objetos parezcan volverse más pequeños cuando se alejan.

Me encanta el siguiente pasaje de Ciencia y Salud: “Partiendo desde un punto de vista más elevado, uno asciende espontáneamente, así como la luz emite luz sin esfuerzo;…” 14
Cuando resolvemos la situación partiendo del Principio —el punto de vista más elevado— ya no estamos tratando de aplicar las verdades espirituales a nuestros conceptos errados: vivimos como la Ciencia del Cristo.
1 No y Sí, pág. 20. Ciencia y Salud, pág. 390. 3 Ibíd., pág. 113. Juan 10:30; Juan 8:58; y Juan 14:9. Ciencia y Salud, pág. 368. Ibíd., pág. 466. 1° de Reyes, 18:21. 8 Ciencia y Salud, págs. 476–477. Ibíd., pág. 468. 10ibíd., pág. 481. 11 La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea, pág. 129. 12 Ciencia y Salud, pág. 475.13 Ibíd., pág. 336. 14 ibíd., pág. 262.


sábado, 12 de fevereiro de 2011

Nenhum temor pela geração futura


Robin Hoagland
O noticiário daquela noite me abalou. Um ataque com armas químicas fora lançado em uma área de civis. Apertei mais firmemente meu filhinho, que estava em meus braços, e olhei na direção da minha filha, de apenas três anos, que brincava no chão, perto de nós. Muito embora esses acontecimentos estivessem se desenvolvendo do outro lado do oceano, surpreendi-me tentando conter as lágrimas que surgiram com uma súbita onda de tristeza e sensação de desamparo. Tudo o que podia pensar era: “Que mundo estamos trazendo para essas crianças?”
Quando coloquei meus filhos na cama, estava nitidamente corroída de medo pelos perigos desconhecidos aos quais estariam expostos durante a vida. A oração foi o único meio de encontrar refúgio naquela terrível noite. Por conseguinte, durante mais de uma hora, eu orava um pouco, e suplicava a um ouvido divino que cuidasse daquelas pessoas do noticiário; também que aqueles, sob o meu próprio teto, pudessem crescer em segurança.
Gradualmente, meu desejo dorido por um pouco de esperança e consolo foi encontrando a convicção divina pela qual ansiava. O que eu havia aprendido sobre Deus como o bem onipotente em meu estudo da Ciência Cristã, começara a acalmar meus temores. Consegui reconhecer que a própria natureza de Deus provê um porto seguro para cada um e para todos.
Deus estava exatamente ali comigo
Deus, sendo infinito, estava exatamente ali comigo, na escuridão do meu quarto, mas também estava lá com aqueles sob ataque. Deus é o próprio Amor, que está extinguindo todo o medo e ódio. Quanto mais consciente eu me tornava da presença e do poder de Deus, menos pavor sentia do futuro.
Pela manhã as notícias já eram diferentes. O ataque não havia envolvido a disseminação de substâncias químicas, e houve grande alívio quando constataram que o impacto causado pelo míssil lançado fora mínimo. Aquela região ainda estava sob risco de ataques, mas o horrível prognóstico da noite anterior já havia cedido lugar a possibilidades mais otimistas.
Nossos filhos, absolutamente intocados pelos acontecimentos das últimas 12 horas que haviam abalado o mundo, deram início à sua rotina diária demonstrando entusiasmo, alegria e prazer nas coisas mais simples. Várias vezes fizeram com que eu sorrisse e, até mesmo, desse gargalhadas. Tudo o que acontecia a eles de maneira natural, modificou gentilmente os resquícios de ansiedade que ainda sentia.
Então, compreendi que a pergunta que precisava me fazer não era sobre que tipo de mundo estávamos trazendo para nossos filhos, mas ao contrário: “Que tipo de filhos estamos trazendo ao mundo”?
“Ó, crianças”, escreveu Mary Baker Eddy, “vós sois os baluartes da liberdade, o cimento da sociedade, a esperança da nossa raça!” (Pulpit and Press [Púlpito e Imprensa], p. 9)
Nossos filhos podem enfrentar construtivamente o futuro
À medida que reconhecemos a força da infância, ao invés de suas vulnerabilidades, estabelecemos o cenário para que as crianças enfrentem de maneira construtiva qualquer coisa que as possa confrontar. Ao familiarizá-las com os recursos divinos advindos de Deus, que sempre está com elas, onde quer que estejam, veremos nossos filhos darem forma aos futuros acontecimentos, e não serem moldados por eles. Essas oportunidades sempre existem em todas as gerações.
Há mais de três milênios, Moisés nasceu em uma família de escravos, no Egito, na época em que o faraó havia decretado a morte de todas as crianças hebreias do sexo masculino. Que profunda fé deve ter tido a mãe de Moisés quando o colocou em um cesto para que flutuasse correnteza abaixo no Rio Nilo! Consequentemente, essa fé foi recompensada quando a própria filha do faraó retirou o pequeno bebê das águas do rio, salvando sua vida e garantindo seu bem-estar.
Enquanto Moisés mais tarde despontou como o grande líder de seu povo, tanto sua irmã Miriã quanto seu irmão Arão, também se tornaram consagrados profetas. Imaginem as expectativas e a confiança em Deus que seus pais devem ter cultivado neles durante a infância, apesar de todas as condições desanimadoras que tiveram de enfrentar.
O que importava era o que Jesus ofereceu ao mundo
Centenas de anos depois, outra jovem mãe recebeu mensagens angelicais, que ela escondeu em seu íntimo, de que seu filho também seria um grande líder, até mesmo o cumprimento de uma profecia. Também seu filho, Jesus, nasceu em um país ocupado por outro povo, os romanos, e em uma família que não pertencia à classe governante, aristocrata e culta. Não foi o que o mundo ofereceu a Jesus o que importava, mas o que Jesus ofereceu ao mundo.
O Evangelho de João coloca isso desta forma: “Deus enviou o seu Filho ao mundo, não para que julgasse o mundo, mas para que o mundo fosse salvo por ele” (João 3:17). Diante do ódio e da violência dirigidos a ele mesmo e à sua sagrada missão, ele corajosamente apresentou o Cristo à humanidade.
“O Cristo, a Verdade”, escreveu Mary Baker Eddy, “foi demonstrado por meio de Jesus, para provar o poder do Espírito sobre a carne — para mostrar que a Verdade se manifesta por seus efeitos sobre a mente e o corpo humanos, curando a doença e destruindo o pecado” (Ciência e Saúde, p. 316).
Durante sua breve carreira, Jesus tocou e transformou a vida de muitas pessoas, inclusive de pais desesperados por não verem nenhum futuro para seus filhos: uma angustiada viúva teve seu filho ressuscitado por Jesus durante o funeral; um pai desesperado suplicou a Jesus pela vida de seu filho que estava à morte, e encontrou o menino curado quando voltou para casa; o chefe de uma sinagoga assistiu com sua mulher a Jesus ressuscitando da morte a filha deles de doze anos; outro pai também desesperado trouxe seu filho epilético até Jesus e o rapaz foi curado (ver: Lucas 7:12–15; Marcos 5:38–43; João 4:47–53; Marcos 9:17–27).
A sociedade ainda sente o efeito transformador do Cristo
A sociedade, com suas expectativas focadas na causa e efeito, nas leis genéticas e nas limitações, sentiu e ainda sente o efeito transformador do Cristo como Jesus o viveu. Ele alterou radicalmente o ponto de vista temeroso, limitado e material da humanidade, para uma perspectiva divina e, desse modo, lançou luz sobre os infinitos recursos do Espírito e sobre a onipotência do Amor. Não admira que ele tenha sido considerado por muitos como o ponto principal da história humana.
O que talvez seja mais surpreendente, é que Jesus não se baseou nos adultos experientes e cultos ao redor dele, como modelos para a mudança extremamente necessária ao mundo. Ao contrário; quando seus discípulos tentaram manter as crianças afastadas dele, Jesus colocou uma delas em frente de todos, dizendo: “Em verdade vos digo: Quem não receber o reino de Deus como uma criança de maneira nenhuma entrará nele” (Marcos 10:15).
Longe de serem fracas e vulneráveis, qualidades como honestidade, coragem e amor espontâneo de uma criança são derivadas de Deus e, portanto, têm poder para transformar a vida das pessoas e das comunidades. Poder para remodelar a verdadeira face do futuro para melhor.
Quando nosso filho era um garotinho ativo de dois anos, ele avistou no playground um pequeno grupo de meninos do ensino fundamental. Acostumado a ficar sempre perto de seus primos maiores, que gostavam muito dele, ele esperava ser incluído na brincadeira dos garotos. Em vez disso, ele se viu como o objeto de um deboche e que, rapidamente, estava se transformando em um bullying, ou assédio moral, explícito.
Quando percebi que a situação começava a piorar, apertei o passo em direção a ele. Mas nossa filha, na ocasião aluna do jardim da infância, o alcançou primeiro. Ela colocou sua mão no ombro dele e olhou para os quatro meninos mais altos e mais velhos ao seu redor.
“Este é o meu irmão”, disse ela com a calma autoridade que o amor traz. “Sejam bons para ele”.
Parece que todos ficaram um tanto surpresos com essa declaração. Os meninos se envergonharam e pediram desculpas antes de saírem de fininho. Nosso filho rapidamente se interessou por uma outra atividade divertida, e nossa filha voltou a brincar no balanço.
Suas palavras confirmaram um padrão de comportamento de respeito
Não pude deixar de me maravilhar diante do que havia visto. As palavras que saíram da boca de minha filha não foram de repreensão nem de hostilidade. Elas simplesmente confirmaram um padrão de comportamento que foi gentil, respeitoso e abrangente, e nada mais do que isso era aceitável. Com essa expectativa poderosa, uma garotinha de cinco anos de idade, sem nenhum esforço, substituiu possíveis lágrimas por um resultado harmonioso.
Repetidas vezes, tenho visto essa perspectiva infantil inocente expressa tanto por crianças quanto por adultos. Essa confiança no bem não tem nada a ver com idade ou experiência, com um conhecimento dos acontecimentos mundiais ou ignorância sobre eles. Ela provém de uma conscientização contínua da presença e do poder de Deus, com o Amor divino percebido tão intensamente que preenche os espaços vazios deixados pelo medo. A esperança novamente cria raízes e novas possibilidades desabrocham!
O profeta Isaías previu um futuro onde a natureza carnívora do leão é bondosa e ele come capim ao lado do bezerro, lobos e cordeiros são companheiros inofensivos, a serpente perde seu veneno e todos são guiados por uma pequenina criança (ver Isaías 11:6).
As crianças nos mostram quão natural é ter a expectativa do bem, ter a confiança no amor, para agir com autoridade ao desafiarmos a brutalidade e a injustiça. São essas qualidades infantis que transformarão o temeroso mundo, como o conhecemos agora, em um mundo promissor que já podemos antever. Ajudar nossos filhos a vivenciarem esse poder dinâmico e espiritual é o maior presente que podemos dar a eles e ao mundo!
Robin é Praticista, Conferencista e Professora de Ciência Cristã, e mora em Osterville, Massachusetts, EUA.

Atenha-se a Deus


Verona T. Garcia
Frequentemente ficava receosa de que, caso aplicasse as verdades espirituais que estivera aprendendo na Escola Dominical, elas pudessem falhar e, até mesmo, deixar-me na mão. Quando outras pessoas oravam por mim, suas orações traziam resultado, mas minhas próprias orações nem sempre eram eficazes.
Entretanto, compreendi que, se eu quisesse demonstrar o poder de Deus em minha vida, tinha de realmente começar a utilizar o que estava aprendendo. Talvez eu estivesse esperando por alguma super inspiração, uma espécie de euforia que eu supunha que viria com a cura.
Mas meu professor da Escola Dominical já havia dito que não temos de ter essa sensação a fim de obter a cura. Precisamos apenas continuar nos atendo à Verdade, a Deus. Para mim, ater-se à Verdade significa manter em mente que somos bons e expressamos todas as qualidades que Deus tem, mesmo quando parece que não as temos.
Por exemplo, quando alguém se sente inseguro, posso ajudá-lo sabendo que ele já é completo; e que tudo o que ele precisa vem de Deus, portanto, não necessita prejudicar os outros, como também não deseja fazê-lo.
É importante continuar nos atendo à Verdade
É importante continuar nos atendo à Verdade porque o que mantemos no pensamento é o que vivenciamos. Se enfrentamos uma série de dificuldades, e tudo e todos falharem, necessitamos de uma rocha sólida em que nos apoiar. Para mim, essa rocha é Deus.
Agora tenho mais fé na Ciência Cristã, fé em que Deus pode me ajudar e, de fato, me ajuda. Quando bato contra algo pontiagudo ou, de alguma forma, me machuco, imediatamente me volto a Deus e me recuso a ficar impressionada com a dor ou com quaisquer sugestões sutis da matéria.
De fato, tive sintomas de resfriado que desapareceram quando persisti em saber que Deus me fez perfeita e que nada jamais poderia mudar esse fato, e que a matéria é impotente e irreal. Ou, no caso de dores de cabeça, elas não perduram por muito tempo e não impedem minhas atividades normais, como acontecia em outras ocasiões. Consequentemente, defendo a Verdade, ao invés de sucumbir ao medo e à autopiedade.
O verdadeiro indivíduo, o filho de Deus, no final se mostra como realmente é
Também pratico a Ciência Cristã em meus relacionamentos. Aprendi que, se enxergarmos as pessoas apenas como elas decidiram ser vistas, teremos muitos problemas. É mais fácil ficar irritado, frustrado, ser repelido, e assim por diante. Portanto, eu rejeito quaisquer coisas ruins que o mundo possa dizer das pessoas, mesmo quando estão evidentes diante de mim, pois descobri que o verdadeiro indivíduo, o filho de Deus, no final se mostra como realmente é.
Certa vez, tive aulas de arte com um rapaz a quem algumas pessoas descreveriam como um delinquente. Ele faltava na maioria das aulas, sempre tinha de ter um professor especial para atendê-lo, intimidava as pessoas, enfim, uma variedade de coisas estranhas. Meus colegas de classe ora o ignoravam, ora pediam que ele parasse ou calasse a boca, sempre em um tom defensivo ou agressivo.
Costumava pensar que, se os outros alunos mostrassem a ele um pouco de compaixão, ele não seria tão irritante. Quando ele pegou minha caixa de lápis e minhas coisas, tentando me provocar, eu simplesmente lhe pedi que me devolvesse, sem ser rude e sem medo. No início, ele continuou com minhas coisas, mas finalmente as devolveu para mim.
Notei que quando ele fez a mesma coisa com outra garota e ela reagiu com certa raiva, ele bateu em seu braço antes de ir embora. Aprendi que, muitas vezes, quando esperamos que alguém proceda de maneira indesejável, isso de certo modo o priva da chance de ser bom.
Percebi, então, que ele ficou bem mais gentil, sendo, às vezes, até prestativo
A maioria das pessoas não via o rapaz com bons olhos, porque ele se comportava daquela maneira e parecia desleixado. Mas alguns de nós conversávamos com ele naturalmente, como fazemos com nossos amigos, e o tratávamos como um rapaz normal. Percebi, então, que ele ficava bem mais gentil, sendo, às vezes, até prestativo.
Acho que todos apenas desejam se sentir amados. Quando respeitamos as pessoas, vendo-as como boas porque Deus as criou boas, elas sentem isso e, inevitavelmente, retribuem esse tratamento. Portanto, sempre que o via pelos corredores, eu lhe dizia: “Oi” e, quando ele retribuía meu cumprimento, sua aparência maldosa simplesmente desaparecia, porque essa aparência não o representava, não era ele realmente. O verdadeiro eu dele é bom, capaz de amar e de fazer o bem.
Naquele mesmo ano, outro colega de classe e eu começamos a conversar mais e a passar mais tempo juntos. Durante os primeiros estágios da nossa amizade, passei por momentos difíceis. Eu não o conhecia muito bem, como também não sabia como lidar com ele. Quando me sentia magoada e frustrada (e ele provavelmente nem mesmo sabia disso), eu me volvia a Deus, recusando-me a ficar com raiva, revidar ou condená-lo.
Suponho que isso possa ser chamado de amor, tal como ágape, a palavra grega para amor fraternal. Em parte, amar significa ver nos outros o bem que eles refletem de Deus. Nós continuamente nos atemos a isso, buscamos por isso e reconhecemos que é a única verdade a respeito deles. Portanto, embora eu não conhecesse bem esse rapaz, já sabia tudo o que eu realmente precisava saber.
Ficamos bons amigos
Adivinhem o que aconteceu? Eu abri o caminho! Aquelas barreiras de indiferença e apatia que ele mesmo se impôs não duraram muito, e ele começou a ser mais aberto, mais ele mesmo. Ficamos bons amigos, e ele se tornou mais generoso e compreensivo.
Durante um momento de muita sinceridade, ele me disse que se sentia diferente quando estava comigo, pois eu o compreendia. Pelo que consegui depreender, ele estava muito grato, e eu também! Antes de terminarmos as aulas desse ano, ele, um tanto encabulado, disse-me que se sentia uma pessoa melhor. Consegui apenas sorrir, sabendo que tudo o que eu fizera foi ver quem ele sempre fora, o homem criado por Deus, e eu sou muito grata por isso.
Várias vezes tenho comprovado que, quando escolho ver as pessoas como Deus as vê, elas correspondem de uma maneira positiva. É realmente importante para elas que alguém se dê ao trabalho de penetrar por baixo das camadas humanas que todos nós podemos, de alguma maneira, acumular e, às vezes, não sabemos como removê-las.
Um novo ano começou, e vou ter muitas oportunidades para aprimorar minhas habilidades e qualidades dadas por Deus, especialmente a perspicácia. Ser perspicaz significa ter a inspiração espiritual para ver o bem em nós mesmos e nos outros, não importa o que aconteça. Como diz Sam Gamgee (personagem da trilogia “O Senhor dos Anéis”, de J.R.R.Tolkien - Wikipédia) em “O Senhor dos Anéis: As Duas Torres”: “... existe algo de bom neste mundo, pelo qual é importante lutar”.
Verona mora na cidade de Winnipeg, em Manitoba, Canadá.