segunda-feira, 14 de fevereiro de 2011

Partiendo de la Mente, no en dirección a la Mente - Un conversación con George Millar


Para George Millar, practicista y maestro de la Ciencia Cristiana, los jardines son un lugar muy especial. No sólo el de su actual casa en Twickenham, junto al río Támesis, en Inglaterra, sino también uno que se remonta a su niñez en Australia.
Cuando George era niño, su hermana mayor se despertó una mañana y no pudo levantarse de la cama. Estaba paralizada. La epidemia de polio se había extendido por Melbourne y todas las escuelas estaban cerradas. Un médico vino a verla y diagnosticó que tenía esa enfermedad, diciendo que regresaría pronto para hacer los arreglos para hospitalizarla. Como la familia había venido practicando la Ciencia Cristiana por tres generaciones, la mamá de George le dijo que fuera al jardín a orar. “Yo estaba muy asustado, pero como acabábamos de tener una lección en la Escuela Dominical sobre la importancia que tiene la obediencia, así lo hice”.
Él no recuerda exactamente cómo oró. “Tal vez fue el Padre Nuestro o la ‘declaración científica del ser’ deCiencia y Salud, o simplemente ‘Dios, ayuda a mi hermana’”. Pero sí recuerda que aquel día gris, sentado en el jardín, de pronto miró a su alrededor y vio que todo estaba lleno de luz. Agrega: “La verdad es que nuestro jardín no se veía muy lindo porque mi papá lo cuidaba y estaba peleando en la guerra”. No obstante, en ese momento su belleza le pareció majestuosa. Fue entonces que el temor desapareció y supo que su hermana estaba sana. Entró corriendo a su casa para decírselo a su madre en el mismo instante en que su hermana salía corriendo de su habitación, totalmente bien.
“Cuando el doctor regresó a la hora”, George recuerda, “Le dije: ‘Ella está bien, está curada’ ”.
Nunca se olvidó de esa experiencia. Años después, George tomó su mochila y salió a recorrer Europa con su amigo y compañero de escuela Geoffrey Barratt, a quien le presentó la Ciencia Cristiana. “Pero, Geoffrey me hizo profundizar en la Ciencia”, dice riendo, “porque no dejaba de hacerme preguntas, y tenía que contestarlas”. Ambos muy pronto se dedicaron por completo a la práctica pública de curación.
“Era lo único que siempre quise hacer”, dice George. Y teniendo a Dios, la Mente, como el hacedor de todas las cosas, ha estado en la práctica desde entonces.
George, en la breve conversación que tuvimos anteriormente, mencionaste que has estado pensando en lo abstracta que es para muchos la palabra Dios. ¿Puedes comentar sobre esto? 
Al darnos los siete sinónimos de Dios, Mary Baker Eddy transformó el término Dios, dándole un nuevo significado. A mí me atrae mucho el sinónimo Principio. Ella dice: “Una vez comprendido, se ve que Principio es el único término que expresa por completo las ideas de Dios: una sola Mente, un hombre perfecto y la Ciencia divina”. 1

¿Por qué crees que ella destacó la palabra Principio? 
El Principio es autoexistente, invariable, constante y, por lo tanto, se puede confiar en él. Los otros sinónimos que nos da la Sra. Eddy, tales como Amor, Vida o Mente, sin el Principio, podrían ser variables, inciertos, destructibles. Pero el Amor que es Principio es invariable, inalterable y sumamente confiable. Y eso es Dios.

Ciencia y Salud afirma: “Nuestra ignorancia respecto a Dios, el Principio divino, es lo que produce la aparente discordancia, y comprenderlo a él correctamente restaura la armonía”. Y considero que comprender los sinónimos en referencia a esa declaración es crucial en nuestra experiencia diaria.
Y los sinónimos también evitan que creamos en un Dios antropomórfico, ¿no es así? 
Es cierto. Debido a los años que ha estado vigente la antigua teología, todavía prevalece la tentación de hacer de Dios un ser antropomórfico. Incluso como Científicos Cristianos lo hacemos, adjudicando a Dios características humanas y esperando que Él actúe personalmente en nuestro nombre.

Respecto a la antigua teología, ¿piensas que hay una diferencia entre la religiosidad y la espiritualidad? 
Hay una enorme diferencia. Necesitamos pensar metafísicamente, es decir, desde el punto de vista de la verdad metafísica. Desde la perspectiva de la antigua teología, se considera que Dios es algo que está allá afuera; que si oramos a Dios, Él hará algo por nosotros. Mientras que el metafísico comprende la verdadera naturaleza de la existencia, y piensa desde este punto de vista. Hay una diferencia entre pensar “partiendo de” y “en dirección a”. Los que piensan “partiendo de” la Mente son metafísicos. Quienes piensan “en dirección a” la Mente son víctimas de la antigua teología.

O bien tenemos un entendimiento del enfoque científico, o nos acercamos a un enfoque científico partiendo del punto de vista de que estamos afuera, tratando de entrar.
Si comprendemos, como dices, la verdadera naturaleza de la existencia, estamos pensando en términos absolutos, ¿no es así? No obstante, gran parte de Ciencia y Salud está escrito en términos relativos, es decir, en relación a algo más. Como cuando la Sra. Eddy afirma: “La letra de la Ciencia llega abundantemente a la humanidad hoy en día, pero su espíritu viene solamente en grados pequeños”. 3
Yo prefiero pensar que lo que denominamos declaraciones relativas son explicaciones, no declaraciones de un hecho, sino simplemente lo que parece estar ocurriendo. No tendríamos consideración hacia los demás si habláramos en términos que van más allá de la capacidad que tiene alguien para entenderlos. Jesús no lo hizo. Él hablaba en parábolas porque esa era la forma en que la gente entendía. No obstante, hubo ocasiones en que se apartó de eso y expresó la verdad pura y absoluta, como cuando declaró: “Yo y el Padre uno somos”, “Antes que Abraham fuese, yo soy”, “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre”. ¿Y qué hizo la gente? Quisieron apedrearlo. No entendieron de qué estaba hablando.

De manera que no es sabio ni amable hablar en términos que están más allá de la capacidad que tiene una persona para comprender lo que uno está diciendo, y nosotros necesitamos reconocer esto. Un amigo mío acostumbraba decir: “Piensa radicalmente, pero habla con sabiduría, y vive expresando amor”, y pienso que ése es un muy buen axioma para aplicar en nuestra vida diaria.
Cuando hacemos preguntas como “¿Cuál es el problema?” “¿Por qué está ocurriendo esto?” “¿Cómo puedo arreglarlo?”, las mismas no tienen respuesta porque se preguntan desde ese “afuera” del que estabas hablando. 
Correcto. Es como decir: “¿Por qué sale el sol por el este y se pone por el oeste?” Bueno, en realidad no lo hace. “¿Por qué los objetos se vuelven más pequeños cuando nos alejamos?” Pero eso no ocurre.

O “¿Por qué no he sanado? Está llevando tanto tiempo…”
El hecho mismo de que uno esté haciendo esa pregunta significa que sigue creyendo que está enfermo. Mientras aceptemos que el error es real —algo que necesitamos superar— lo más probable es que no podamos hacer nada al respecto. Pienso que cuando oramos por algo y buscamos curación, tiene que llegar el punto en que podamos decir: “A mí no me importa lo que diga la evidencia física. Yo comprendo que soy espiritual y perfecto, y ya no puedo aceptar la evidencia falsa porque no tiene nada que ver con lo que soy”. Porque la verdad es que todo ese tiempo en que algo parece estar fuera de orden, en realidad está en perfecto orden.

Por ejemplo, si uno mira a través de una ventana que tiene una burbuja grande en el vidrio, la misma parece distorsionar el objeto que se encuentra del otro lado. Pero la burbuja no está tocando ni cambiando el objeto, no tiene nada que ver con el objeto. De modo que para ver las cosas como son, tenemos que dejar de ver a través de un vidrio distorsionado, porque presenta un cuadro distorsionado. Tenemos que ver a través de un vidrio claro.
Y ver a través del vidrio claro es comprender las verdades absolutas acerca de quiénes somos, no las relativas. 
Así es. Últimamente, he estado pensando mucho en esta declaración de Ciencia y Salud: “La confianza inspirada por la Ciencia descansa en el hecho de que la Verdad es real y el error es irreal”. 5 Más adelante en el libro, después de explicar las diferencias entre la Verdad y el error, la Sra. Eddy reitera esa declaración y termina diciendo: “Además, la Verdad es real, y el error es irreal. Esa última declaración contiene el punto que más os resistiréis a admitir, aunque en primera y última instancia es el que más importa comprender”. Y es el que más importa comprender porque a menos que uno reconozca la realidad de la Verdad, le serán robados los beneficios de esa Verdad. Y a menos que comprendamos la irrealidad del error, seremos engañados para que aceptemos el error como algo real. Con todos sus aparentes efectos.

En Primero de Reyes en la Biblia hay una pregunta muy directa que se refiere exactamente a lo que estás diciendo: “¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos?” 7
Sí, eso es. El hecho es que siempre estamos lidiando con el estado actual de pensamiento. No importa por cuánto tiempo puede que algo parezca estar ocurriendo. Nuestro actual sentido de la realidad es aquello que estamos pensando y sabiendo en este momento, aquello de lo que estamos conscientes en un momento dado. Ahora, o bien es la realidad como es en verdad, o es un sentido limitado, o un falso concepto de la misma. De manera que si aceptamos el concepto falso, es como si estuviéramos parados frente a un espejo distorsionado. Pero eso no quiere decir que nos hayamos convertido en una imagen distorsionada. Nosotros seguimos siendo lo que realmente somos, y siempre hemos sido: la expresión directa de la Mente perfecta. Así que no vale de nada tratar de “hacernos” algo a nosotros mismos. Nosotros ya estamos muy bien.

Lo que tenemos que hacer es mirar en el espejo perfecto, que por supuesto desde nuestro punto de vista, es la Ciencia divina, en la cual podemos vernos como realmente somos. Ciencia y Salud afirma: “Jesús veía en la Ciencia al hombre perfecto, que aparecía a él donde el hombre mortal y pecador aparece a los mortales”. Lo que aparecía al hombre mortal era la imagen distorsionada —mirando a través del espejo distorsionado— de los sentidos materiales. “En ese hombre perfecto el Salvador veía la semejanza misma de Dios y esa manera correcta de ver al hombre sanaba a los enfermos”. 8 Esa es la verdadera curación en la Ciencia Cristiana; en realidad no ocurre nada. El hecho es que todo es Mente, y la Mente no está actuando o controlando otra cosa, sino que constituye todo lo que existe, y es perfecta. Y eso es lo que yo siempre le señalo al paciente, el hecho de que todo lo que puede existir —y existe ahora— es la manifestación de la Mente perfecta.
Y eso es el Principio. 
Sí, eso es el Principio. A mí siempre me ha gustado definir el Principio como “aquello que es y no puede menos que ser”. Jamás fue creado. Siempre ha sido.

Eso me recuerda algo más en lo que he pensado mucho recientemente. La palabra ser. Una noche, un amigo —que no sabía nada de la Ciencia Cristiana— vino conmigo a la iglesia y después, cuando regresábamos caminando a casa, me dijo: “A mí lo que me interesó fue la palabra ser. Nunca antes había pensado en eso”.
Al igual que la palabra Dios, la palabra ser puede sonar muy abstracta. Pero en lugar de sentirse distanciado de la palabra, tu amigo como que se sintió conmovido por ella. 
Me hizo dar cuenta de cuán esencial es la palabra ser para la Ciencia Cristiana, de hecho creo que si “la declaración científica del ser” no fuera el cuerpo y alma de nuestras enseñanzas, no pienso que la Sra. Eddy la hubiera elegido para que se leyera al término de cada servicio religioso dominical. Sólo al identificarnos correctamente podemos experimentar lo que realmente somos.

La otra palabra importante en “la declaración científica del ser” es la palabra infinita. La Sra. Eddy no sólo dijo que “Todo es Mente y su manifestación”. Ni siquiera “Todo es Mente infinita y su manifestación”, sino, “Todo es Mente infinita y su manifestación infinita…”9 Esto se debe a que no hay una manifestación limitada o finita de la Mente infinita. Y en una de sus definiciones del ser, ella dijo que el ser: “… es infinitud, libertad, armonía y felicidad sin límites”. 10 Y es ese entendimiento de la naturaleza infinita del ser lo que nos permite identificarnos a nosotros mismos correctamente. Es entonces cuando podemos decir: “Si todo es Mente infinita y su manifestación infinita —y yo existo— entonces sólo puedo existir de esa manera”.
De modo que cuando vemos algo no alineado con Dios, el Principio, estamos aceptando lo que nos dice ese vidrio de la ventana que tiene una burbuja, o aceptando el cuadro del espejo distorsionado. Estamos aceptando lo que parece ser…
Correcto. Hemos sido educados para pasarnos la vida preocupándonos por lo que parecemos ser, sin saber necesariamente lo que somos en realidad. Así que a través de estos procesos educativos somos llevados a creer que ciertas cosas son reales, cuando en realidad no lo son. En consecuencia, nuestro éxito en ese sentido varía mucho. Por ello es importante reconocer que no somos mortales físicos con una mente adentro, con este cuerpo físico que a veces puede estar bien y otras mal, y con esta mente que a veces puede estar bien y otras mal, pues si ésta es la manera en que nos identificamos a nosotros mismos, nuestra experiencia será una mezcla de bien y mal, de salud y enfermedad.

No obstante, si logramos reconocer que nuestra verdadera identidad es diferente de la materia, entonces no necesitaremos experimentar ninguna discordancia. Lo que experimentamos es el ser infinito. Cuanto más pensamos partiendo de la infinitud del bien, menos falta de bien experimentamos. Al saber quiénes somos en realidad, cuidamos mucho mejor de lo que parecemos ser.
Entonces, no se trata de eliminar las diferentes “capas” de educación que hemos recibido, sino de estar dispuestos a abandonar el concepto de que tenemos una vida dividida. 
Todo consiste en abandonar ese sentido falso que parece tan real, en cambiar el concepto de realidad que uno tiene, de lo que parecía ser —pero no era verdad— a lo que es verdad en realidad.

Es una manera de pensar muy audaz. 
Sin duda es audaz, es revolucionaria. Lo que quiero decir es que la Ciencia es totalmente única en sus enseñanzas. Uno no va a encontrar las definiciones de la naturaleza de Dios y el hombre que están en Ciencia y Salud en ningún otro lado que no sea en los escritos de la Sra. Eddy.

Pensar en la definición o idea científica del hombre, ¿nos ayuda acaso a comprender mejor al “hombre” como un ser único en relación al concepto que la humanidad tiene de hombres, mujeres, niños? 
Definitivamente. La identificación humana es un sentido limitado del hombre. Tenemos que ir más allá de estos conceptos antiguos que no tienen lugar alguno en la Ciencia, de ese concepto falso de que el hombre es sólo parte de la creación, y que la mujer es parte de la creación, y que sólo si se juntan pueden ser completos, o incluso que no lo son hasta que tienen un hijo. Es un sentido de falta de compleción, y sólo se llega a ser completo cuando reconocemos que el Principio divino es nuestra vida entera.

Yo tenía un amigo que era zoólogo, y descubrió una araña que se creía extinta. Para mí esa araña era una cosita insignificante de color café con la que no pasaba nada. Mi amigo acostumbraba traerme trabajo para traducir al alemán sobre esta especie, y siempre venía muy entusiasmado por haber aprendido algo más acerca de esa araña. Y un día le dije: “No comprendo cómo puedes sentirte tan entusiasmado con esta criaturita tan insignificante”. Y me dijo: “Ven aquí”. Él tenía una de esas arañas bajo el microscopio. Me dijo: “Mira”, y así lo hice. Bueno,¡qué transformación! En lugar de esa cosita color café, había una criatura brillante, opalescente, exquisita en cada detalle. Fue como si la araña física se hubiese transformado en algo enteramente diferente. De pronto, pude ver qué lo atraía tanto.
Claro que se trata de un ejemplo material, no obstante, ilustra que yo había estado viendo a través de las limitaciones de los sentidos materiales al grado de que al mirar a través del microscopio de mi amigo vi una araña diferente.
La notable declaración de la Sra. Eddy eleva nuestros conceptos por completo fuera del reino material: “¡Y cómo se agranda el hombre visto a través de la lente del Espíritu, y qué opuesto es su origen al polvo, y cómo se adhiere a su original, jamás separado del Espíritu!” 11
El hombre se puede ver, o bien, a través de la lente del Espíritu, desde el punto de vista de la Verdad, su verdadero ser, o a través de los límites de los sentidos materiales.
Si consideramos esa analogía y el sentido limitado de la araña, podemos decir que estamos lidiando con un sentido limitado de persona, una personalidad humana. Con frecuencia parece como que en la Ciencia Cristiana intentamos poner cualidades espirituales a una personalidad humana, a un “hombre” humano. 
Lo hacemos. Es por esa razón que la declaración que cité antes — “Jesús veía en la Ciencia al hombre perfecto”— es tan esencial para comprender la Ciencia divina. Jesús no veía en las personas al hombre perfecto, sino veía la naturaleza científica del hombre.

Ahora, la Ciencia Cristiana promete muy poco para los mortales, de hecho, prácticamente nada. Pero promete todo para el hombre, la imagen y semejanza o expresión directa de la Mente, para esa unicidad del Principio y su idea.
Dios, el Principio, jamás divide. Puesto que Dios es uno, Él no se malinterpreta a Sí Mismo, el Principio no es antagónico. No es ninguna de esas cosas discordantes que parecen perturbar las relaciones humanas. Sólo existe un Dios y un hombre.
Cualquiera que lea la definición de hombre que la Sra. Eddy hace en Ciencia y Salud, podría decir: “Un momentito, ¿entonces el hombre ‘no está constituido de cerebro, sangre, huesos y otros elementos materiales’?” 12 ¡Por supuesto que sí! Pero eso es sólo como parece ser.
La forma en que nos identificamos a nosotros mismos determina lo que experimentamos. Ahora, si sólo nos identificamos con lo que parecemos ser, tendremos todas las limitaciones que acompañan ese sentido material y finito. Pero si nos identificamos de la forma en que la Ciencia Cristiana define al hombre, como esa “expresión infinita de la Mente infinita”, 13 entonces descubrimos que la experiencia de uno es completamente diferente. Las limitaciones desaparecen y los conceptos errados no continúan interfiriendo con nuestra vida.
Todo es un estado de pensamiento. Nuestro sentido actual de realidad equivale a lo que estamos conscientes en ese momento dado. Todos somos capaces de mejorar nuestro propio sentido de realidad no sólo hasta que éste se aproxime a la realidad, sino hasta llegar a la realidad misma.
¿Y es así como pasamos del sentido relativo de lo que somos al absoluto? 
Correcto. Recuerdo una curación que fue claramente el resultado de reconocer la perfección inmutable del Espíritu. En una ocasión estuve nadando en un mar tempestuoso y un oído se me llenó de agua y arena y se infectó. Estaba muy inflamado y me dolía mucho; quedé totalmente sordo de ese oído.

Aunque estaba orando, la condición empeoraba cada vez más. Pensé: “Bueno, algo tiene que pasar”. De inmediato me di cuenta de que yo había estado esperando que sucediera algo. Creía que algo debía drenar o que algo tenía que suceder dentro del oído para poder liberarme del problema. Pero de pronto me di cuenta de que si todo es Mente, el Espíritu, nada estaba actuando, controlando o sanando otra cosa, porque la Mente constituye todo lo que existe, y es perfecta. Sané de un momento a otro; la inflamación, el dolor y la sordera desaparecieron por completo. No ocurrió nada —nada drenó— simplemente me liberé instantáneamente. Fue el fin del problema. Como dije antes, conocer lo que realmente es, es la mejor manera de atender lo que aparenta ser.
Más recientemente, mientras visitaba a un paciente por primera vez, esa misma percepción —el sentido presente de lo que ya es— produjo la curación instantánea de un problema de espalda que había mantenido al paciente más o menos recluido en su casa durante años.
De modo que estas percepciones espirituales de lo que realmente es se hacen cargo de esas cosas discordantes tan peculiares que parecen ocurrir en nuestra vida, y experimentamos una libertad genuina.
Y ese es el verdadero ser, ¿no? 
Es el verdadero ser. Necesitamos reconocer lo que es en realidad, en lugar de tratar de producir algo a través de esta o aquella manera de pensar. El reconocimiento de las cosas como realmente son, fue lo que resolvió la situación. No hubo proceso alguno.

Qué alivio y liberación —qué privilegio es, en realidad— identificarnos por completo con la Mente, con el Principio. Como dijiste, resolver la situación partiendo del Principio, no dirigiéndose hacia él. El Principio nunca puede ser engañado por la burbuja que está en el vidrio de la ventana. 
Claro, de la misma manera que sabemos que es una ilusión que la tierra se junte con el cielo en el horizonte, o que los objetos parezcan volverse más pequeños cuando se alejan.

Me encanta el siguiente pasaje de Ciencia y Salud: “Partiendo desde un punto de vista más elevado, uno asciende espontáneamente, así como la luz emite luz sin esfuerzo;…” 14
Cuando resolvemos la situación partiendo del Principio —el punto de vista más elevado— ya no estamos tratando de aplicar las verdades espirituales a nuestros conceptos errados: vivimos como la Ciencia del Cristo.
1 No y Sí, pág. 20. Ciencia y Salud, pág. 390. 3 Ibíd., pág. 113. Juan 10:30; Juan 8:58; y Juan 14:9. Ciencia y Salud, pág. 368. Ibíd., pág. 466. 1° de Reyes, 18:21. 8 Ciencia y Salud, págs. 476–477. Ibíd., pág. 468. 10ibíd., pág. 481. 11 La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea, pág. 129. 12 Ciencia y Salud, pág. 475.13 Ibíd., pág. 336. 14 ibíd., pág. 262.


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