domingo, 19 de setembro de 2010

“Como una gota de agua"

A lo largo de los años, mi familia y yo hemos podido comprobar lo que afirma Mary Baker Eddy cuando escribió: “La Ciencia Cristiana trae al cuerpo la luz solar de la Verdad, que vigoriza y purifica” (Ciencia y Salud, pág. 162). Este conocimiento de la eterna presencia de Dios nos ha dado la confianza de que siempre encontraremos soluciones correctas y definitivas.

Cuando nació mi tercer hijo, todo parecía estar bien. No obstante, tiempo después, cuando nos vinimos a vivir a casa de mis papás, en Cuernavaca, nos dimos cuenta de que el niño no se podía sentar y no hablaba, aunque nos escuchaba perfectamente. Desde que mi marido y yo conocimos la Ciencia Cristiana aprendimos que no hay otro poder sino Dios. Que Él hizo al hombre perfecto, por lo tanto, nada podía impedirle al niño que hablara, que caminara, que llevara una vida normal. Junto con mi mamá, mis otros hijos y toda la familia que vivía en la casa, hasta la muchacha que nos ayudaba, comenzamos a estudiar todos los días la Lección-Sermón de la Ciencia Cristiana y a cumplir con los Diez Mandamientos, el primero de los cuales establece que no debemos tener otros dioses aparte de Dios, es decir, que no podemos creer en otro poder.

La lectura diaria de esas citas de la Biblia y de Ciencia y Salud iluminó mi pensamiento y me permitió comprender que la creación de Dios es perfecta y que no hay nada que la pueda alterar; que Dios es Amor y que podemos realmente sentir Su presencia en nuestra vida diaria. Una cita del Génesis que me ayudó muchísimo dice: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra… Y vio Dios todo lo que había hecho y era bueno en gran manera” (1:1, 31).

Un pasaje de Ciencia y Salud me dio la pauta de cómo debía orar. El mismo afirma: “La oración que reforma al pecador y sana al enfermo, es una fe absoluta en que todas las cosas son posibles para Dios. Una comprensión espiritual de Él, un amor desinteresado” (pág. 1). Entonces comencé a reconocer que mi hijo era en aquel mismo instante perfecto, pues, está hecho a imagen y semejanza de Dios, que es uno con Dios, como afirma la Sra. Eddy: “Tal como una gota de agua es una con el mar, un rayo de luz uno con el sol, así Dios y el hombre, Padre e hijo, son uno en el ser” (Ibíd., pág. 361).

Veíamos constantemente una mejoría en el estado físico del niño. Exigió mucha persistencia y firmeza en mi fe, con esperanza, con expectativa de bien. Muchas veces reconocía lo que dice el Apóstol Pablo cuando escribe: “Porque en Él vivimos, y nos movemos, y somos”(Hechos 17:28). Me aferré a estas citas y le cantaba a él himnos. Cada señal de mejoría me afianzaba aún más en mi oración. Así fue como finalmente mi hijo pudo ponerse lentamente en pie y caminar solito.

Recuerdo el himno 51 del Himnario de la Ciencia Cristiana donde dice: “La Mente eterna modeló la idea espiritual, un ser de toda perfección que es obra inmortal”. Esto de reconocer que somos seres inmortales, espirituales, hechos a imagen y semejanza de Dios, fue el desayuno espiritual de toda la familia y nos permitió disfrutar de Su presencia a cada momento.

Por la gracia de Dios mi hijo sanó por completo. Hace ya varios años que juega en equipos de fútbol, y el verlo correr en la cancha me ha hecho sentir muy feliz y agradecida a Dios por esta curación. Es que no sólo ha sido visible a los ojos de la familia, sino a los ojos de vecinos y amigos, porque todos saben, hasta los amigos más lejanos reconocen, que a través de nuestro estudio de la Ciencia Cristiana este niño ha llegado a ser una persona normal, que camina y habla perfectamente. Hoy, está trabajando y goza de buena salud.

A lo largo de los años tuvimos otras maravillosas experiencias de curación. En una ocasión, este mismo hijo se contagió de varicela en la escuela. Falté a mi trabajo para atenderlo adecuadamente en mi casa. Tuvimos la oportunidad de leer la Lección Bíblica Semanal del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, además de otros escritos, y en poco tiempo el niño no tuvo ni la más mínima huella de la enfermedad.

Es una maravilla poder contar con toda la ayuda que Mary Baker Eddy ha dispuesto para nuestro estudio y crecimiento espiritual diario, como son sus escritos y El Heraldo, que nos ayudan tanto. Es que la Ciencia Cristiana no sólo nos sana de enfermedades, sino que nos ayuda a resolver problemas y todo tipo de discordancias, a la vez que va espiritualizando nuestro pensamiento. Así es como, poco a poco, vamos dejando de lado ese sueño mortal en el cual el sufrimiento y la enfermedad parecen ser tan reales, afirmamos la omnipotencia de la Mente divina y reconocemos que ahora mismo nuestra naturaleza es espiritual, la obra perfecta de Dios, en donde no tiene lugar error alguno.

Como bien afirma Mary Baker Eddy en Ciencia y Salud, pág. 63: “En la Ciencia el hombre es linaje del Espíritu, lo bello, lo bueno y lo puro constituyen su ascendencia. Su origen no está como el de los mortales en el instinto bruto, ni pasa él por condiciones materiales antes de alcanzar la inteligencia. El Espíritu es la fuente primitiva y última de su ser. Dios es su Padre, y la Vida es la ley de su existencia”.

Es maravilloso poder entender esto más y más cada día.

Coqui Guerrero



Cuernavaca, México

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