domingo, 19 de setembro de 2010

El Espíritu Santo y la comunicación eficaz

Michael Pabst


La tecnología actual ha abierto las puertas a las comunicaciones de maneras sin precedente. Ahora hablamos con los demás mucho más que antes. ¿Pero son todas las comunicaciones realmente eficaces? ¿Cuál es la esencia de la comunicación, que las personas se hablen unas a otras. Eso no es todo. Hablar no es necesariamente comunicarse. Un ingrediente decisivo es la habilidad de escuchar con sinceridad.

Cuando a la gente sólo le importa sus propio interés, la comunicación sufre. La Biblia tiene una poderosa historia que ilustra esto. Había ciertas personas que tenían un ambicioso plan al construir un sitio llamado Babel. 1 Pero de pronto dejaron de comprenderse entre sí y la comunicación y la productividad se interrumpieron, “y dejaron de edificar la ciudad”.


¿Qué había ocurrido? La Biblia dice que su lenguaje fue “confundido”. Si bien la historia no ofrece ninguna razón circunstancial para dicha ruptura, habla acerca de los móviles de los constructores: el deseo de hacerse un nombre. Algo los influenció para que volvieran su atención hacia ellos mismos, hacia sus propios intereses. Puede que hayan sentido temor u orgullo. Esos estados de pensamiento ejercen una influencia hipnótica que vuelve nuestra atención hacia nosotros mismos y origina malos entendidos. En el caso de Babel se produjo la ruptura total de las comunicaciones.

Podríamos decir que Babel ilustra el lenguaje egocéntrico.


En la Biblia hay, a su vez, otra historia que muestra la raíz de la comunicación eficaz. Es la historia de Pentecostés en el libro de Hechos. 2 Muchas personas de diferentes partes de Medio Oriente se habían reunido para escuchar lo que los apóstoles de Jesús tenían para contar sobre él: cómo Cristo Jesús había vivido las leyes de Dios cuando estaba con ellos, y qué significaba el poder del amor de Dios en la vida de la gente.

Jesús había bautizado a sus discípulos con el Espíritu Santo y con fuego. Había conmovido profundamente a sus seguidores, y sus corazones rebosaban de entusiasmo. El Espíritu Santo —una expresión divina que revela las profundas verdades y leyes del ser— había inspirado y elevado espiritualmente la comprensión de los discípulos y se estaba manifestando en sus obras sanadoras. Y ahora el Espíritu Santo conmovió el corazón de aquellos que escuchaban a los discípulos, trayendo consuelo y transformación.


¿Hacia dónde fue dirigido el pensamiento en la historia de Babel? Hacia adentro y abajo, hacia la personalidad y el yo. ¿Hacia dónde fue dirigido el pensamiento en la historia de Pentecostés? Hacia afuera y arriba, hacia el Espíritu Santo. La gente se apartó de un sentido del yo, hacia el influjo de la inspiración divina.


El Pentecostés ilustra el lenguaje del Espíritu Santo. Los efectos fueron notables. Los oyentes descubrieron, maravillados, que cada uno de ellos comprendía el mensaje en su idioma natal. Y el mensaje tocó sus corazones y almas a tal punto, que muchos se hicieron creyentes y fueron bautizados. Esa es una útil ilustración de la importancia que tiene escuchar para que una comunicación sea eficaz.

La comunicación es en su esencia la inspiración que viene a nosotros de Dios, la Mente divina, la fuente de todas las ideas. Nos comunicamos con mayor eficacia cuando nos vemos los unos a los otros como hijos de Dios, cuando respetamos y escuchamos las ideas divinas y edificantes que cada uno de nosotros tiene para compartir con los demás como expresiones de Dios. De esa forma tomamos más consciencia de nuestra mutua conexión con Dios y descubrimos que nos comunicamos con menos esfuerzo y más eficacia.

Aprendamos de la historia de Babel y estemos alertas para no ser engañados por las influencias mesméricas —tal como la voluntad propia, el orgullo y el temor— que quieren introducir una distracción hipnótica. Aprendamos de la historia de Pentecostés y rebosemos de entusiasmo escuchando el mensaje de Dios. Mary Baker Eddy lo indicó de la siguiente manera: “La magnitud de la obra de Jesús, su desaparición material ante los ojos de los discípulos y su reaparición, todo esto los capacitó para comprender lo que Jesús había dicho. Hasta entonces sólo habían creído; ahora comprendían. El advenimiento de esa comprensión es lo que significa el descenso del Espíritu Santo, aquel influjo de la Ciencia divina que iluminó el Día de Pentecostés con tanto resplandor y cuya antigua historia se repite ahora”. 3


Que cada intercambio de ideas se caracterice por el flujo unificador de ideas divinas.


1 Véase Génesis 11:1–9. 2 Véase Hechos 2:1–12. 3 Ciencia y Salud, pág. 43.

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