domingo, 19 de setembro de 2010

Para alzar la voz que paraliza el mal

Hoy en día, no se necesita buscar mucho para encontrar voces que se alzan desafiantes y llenas de frustración. Los británicos expresaron en las urnas su consternación ante la economía y los escándalos en el gobierno. Irán utiliza sus aspiraciones nucleares para poner a prueba al mundo Occidental. El desaliento por los problemas reinantes en Grecia y Francia ha producido manifestaciones de protesta de los trabajadores, a pesar de que los líderes europeos están debatiendo cómo proteger lo mejor posible la estabilidad del euro. Los estadounidenses, irritados, tanto a favor como en contra de la ley de atención universal de la salud, tampoco han sido tímidos al expresar sus puntos de vista.

Cada uno de estos casos, como muchos otros, tiene sus propias causas y condiciones específicas. No obstante, se cierne sobre ellos un ánimo lleno de ira, temor y tenaz oposición, envenenando la atmósfera y hundiendo corazones en la desesperación, en lugar de elevarlos. ¿Qué está ocurriendo, y qué puede hacer la oración en la Ciencia Cristiana para cambiar esa dirección?
El artículo “Caminos que son vanos”, de Mary Baker Eddy, expresa claramente cómo actúa lo que ella llama “magnetismo animal”, o sea, las influencias mentales dañinas que se oponen a la voluntad de Dios. Ella escribió al respecto: “El propósito malicioso del poder mental pervertido, o magnetismo animal, es paralizar el bien y dar actividad al mal. Origina facciones y engendra envidia y odio…”1
La división, la separación y el conflicto son señales indudables de magnetismo animal. Esta influencia mental puede tratar de imponerse aduciendo que reclama justicia, derechos no reconocidos y cosas por el estilo. Pero su verdadero móvil es negar la bondad de Dios y Su amor por todo lo que Él ha creado. El magnetismo animal intenta envolver a la humanidad en mortalidad con toda su codicia, privación, intolerancia y temor.
Los pensadores espirituales cumplen una función esencial en la oración que penetra y elimina el sectarismo y el temor. La Ciencia Cristiana insiste en que el espíritu liberador del bien, al que Dios da autoridad, y no la parálisis impuesta por el mal, será inevitablemente el vencedor. Pero necesitamos refutar activamente todo aquello que niegue la unicidad de Dios y Su Cristo, la realidad espiritual del hombre y de la mujer que Él ha creado. El Cristo es el poder detrás de las enseñanzas de Jesús, la ley divina que él enseñó que libera a la humanidad de todo mal, incluso de la enfermedad y el pecado. La influencia del Cristo no se siente en ráfagas violentas, sino en el silencioso poder que trae consuelo y unidad. Fortalece la convicción de que la curación es posible, incluso cuando el mundo entero argumenta en su contra.
Cristo Jesús expresó espléndidamente el método para alcanzar esta meta cuando dijo: “No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre”. 2
Esforzarse por hacer la voluntad de Dios, en lugar de la propia, cambia totalmente los parámetros. Nos recuerda que la verdadera esencia del pensamiento y del ser es Dios, no las creencias materiales que nos paralizan con sus amenazas y mentiras. Cuando logramos ver más allá de las pomposas ilusiones del magnetismo animal, su autoinflada arrogancia se viene abajo. Es entonces cuando una línea de acción sanadora y unificadora se manifiesta claramente. Si hay alguna injusticia es revelada, así como la forma de corregirla. La verdadera inspiración ayuda a señalar el camino. Donde está el espíritu del Cristo, la voluntad, el orgullo y el engrandecimiento humanos se reducen a la nada. No pueden oscurecer nuestros pensamientos ni los de los líderes de nuestros países cuando uno se opone a ellos con la luz del Cristo.
Seguir el ejemplo de Jesús nos libera de las limitaciones de los análisis y opiniones personales, y comienza a invertir la marea de ira y sectarismo. Nos libera para que nos esforcemos activamente por hacer la voluntad de Dios, dondequiera que eso nos guíe. Y si el camino no parece claro, siempre podemos preguntar: “Padre, ¿qué quieres que piense sobre esto?” La inspiración espiritual se manifiesta cuando los móviles son puros.
No obstante, puede que alguien con todo derecho pregunte: “Aunque yo me tomara el tiempo para orar y pensar de una manera espiritual sobre estas situaciones, ¿cómo puedo estar seguro de que las cosas resultarán de la forma que yo pienso que es mejor?” Y la respuesta es que no puede estar seguro de eso. Pero no es necesario estar seguro. Lo que sí es seguro es que la Mente divina siempre eleva a la humanidad, y le brinda poder y fortaleza. Seguir las indicaciones de la Mente es, en cierto grado, demostrar la unidad que cada uno de nosotros tiene con Dios. No existe mayor paz que ésta.
El camino a recorrer exigirá mucho de las naciones y sus pueblos, y es bueno recordar al recorrerlo, que el hombre que dijo que por sí mismo “no podía hacer nada”, sanó a muchísima gente de enfermedades, restauró al demente y purificó al pecador. Incluso abrió la tumba en la que el magnetismo animal, manifestándose en forma de celos y seres humanos cobardes, quería dejarlo.
Cada persona tiene el poder de seguir el ejemplo de Jesús en la medida que lo comprenda. Nuestra obra a favor de nuestros propios países y de todo el mundo, paralizará el mal y lo destruirá para siempre. Nuestras oraciones pueden hacer esto porque se apoyan en la Ciencia que Jesús enseñó y vivió. Esta Ciencia, la ley de Dios, nos guiará a todos hacia la curación.
1 La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea, pág. 213. 2 Juan 5:30.

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